Caminemos con los migrantes que habitan la misma Casa Común. Reflexionemos y oremos el camino de la cruz junto a las personas migrantes y desplazadas.
Es un momento para levantar la voz por aquellos que, como Cristo, han sido desterrados, y con él han sido crucificados, víctimas de la trata de personas, o de quienes, en su deber de defender sus derecho han sido violentados.
Tengamos presente a los y las migrantes que han muerto, los que han perdido un ser querido en la ruta, los que han quedado marcados por la violencia y los que tienen esperanza de vivir en paz con un cielo que los proteja. Unidos con los migrantes decimos: