«No se olviden de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles» (Heb 13,2).
En los países de la región, urge que retomemos al ser humano como prioridad ante toda decisión y acción política, donde la dignidad y la calidad de vida sea lo primero a guardar por parte de los Estados.
Que una acción humanitaria sea la prioridad en cualquier situación no ha sido la práctica en la mayoría de los gobiernos, como lo han mostrado las políticas deshumanizantes e injustas que está ejerciendo el gobierno de los EE. UU. contra las personas migrantes (1).
La violencia que deshumaniza
En muchas situaciones, la violencia contra los migrantes la ejercen los agentes del Estado, es decir, se trata de una violencia institucionalizada que no tiene en cuenta el respeto a los derechos humanos, en especial, el de los menores de edad (2).
Esta lógica de la violencia destruye el tejido social y deteriora la calidad de vida. Esta violencia se vuelve mentalidad, discurso de odio y acciones que surgen de la xenofobia, homofobia y la aporofobia, estas actitudes generan excluidos y víctimas. Estas fobias desarrollan un ciclo de violencia hacia los migrantes (3). El nefasto incendio en el Instituto Nacional de Migración de Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, muestra que las orientaciones y políticas públicas en relación con el migrante deshumanizan y producen víctimas colectivas, siendo nuevamente los más vulnerables los afectados y violentados en esta historia humana (4).
La historia reciente de esta crisis humanitaria de las personas migrantes se aumentó con las políticas inhumanas decididas por Obama y Trump, haciendo que el gobierno de México sea su aliado incondicional en esta “persecución y criminalización” de las personas en tránsito migratorio”(5). Además, a esta práctica y políticas violentas realizadas por los gobiernos se suma la violencia ejercida por los grupos del crimen organizado:
“…Médicos Sin Fronteras (MSF) denunció que dos terceras partes de los centroamericanos entrevistados que estaban viajando a EE.UU. a través de México habían sido víctimas de la violencia. Casi un tercio de las mujeres entrevistadas habían sido sexualmente asaltadas en el camino” (6). Esta situación de violencia nos está deteriorando en nuestra calidad humana, destruye la vida del migrante, fragmenta la familia y el tejido social. Esta situación de violencia se ha repetido con aumento en el trayecto por la selva del Darién panameño, así lo constata la organización Médicos Sin Frontera (7).

La hospitalidad una propuesta humana y cristiana
Ante esta situación degradante, una alternativa humana al alcance de nuestras vidas es la actitud y práctica de la hospitalidad. La hospitalidad es sinónimo de abrir, de dejar espacio, de compartir, acoger, cuidar y de encuentro. La hospitalidad como manera de estar en la sociedad puede hacer la diferencia en la inequidad, injusticia y exclusión que se da en los países y pueblos. La hospitalidad es un hecho práctico que desestructura la mentalidad y práctica xenofóbica y racista que hay en muchas poblaciones.
En relación a esta actitud y práctica de la hospitalidad, demos una mirada a las primeras comunidades cristianas que iniciaron la Iglesia. Estas comunidades se comprendían como Cuerpo de Cristo (1Cor 12), donde la complementariedad en la diversidad era central. Estos cristianos creían que la comunidad humana es interdependiente, que la UNIDAD de la fe en Jesús, pasa por la complejidad de lo diverso. Estas comunidades valoraban mucho la hospitalidad desde la práctica de su fe y como nueva propuesta social. El extranjero es su hermano, hasta puede ser un “ángel” (cf. Rom 12,13; Pe 4,9; Heb 13,2).
Hoy necesitamos recuperar la hospitalidad desde la fe en las comunidades cristianas, las parroquias y las Diócesis. Esto significa ser hombres y mujeres abiertas a lo diverso, incluyentes del otro, en sensibilidad hospitalaria con el migrante, se trata de “anchar la tienda”, dejando que nuestras vidas y estructuras estén disponibles a hospedar, proteger y acoger. La encíclica del papa Francisco Fratelli Tutti aborda el sentido de la fraternidad desde la perspectiva política que trasciende a toda la creación. Tenemos que volver a este principio y práctica en la vida cristiana “Dios ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos” (FT 5). La falta de hospitalidad afecta la dinámica de la fraternidad universal y la amistad social, como lo pone de manifiesto la encíclica.
La hospitalidad en el carisma franciscano
En clave franciscana, la hospitalidad es una dimensión relacional que surge del sentido de fraternidad, y se concretiza en el encuentro. Esto se da cuando dos o más se encuentran desde la sensibilidad interior, siendo conscientes de ser parte de una fraternidad cósmica en una misma Casa Común, considerándol un espacio habitable compartido y repartido para que la vida sea posible. En el encuentro se propone una relación desde la dignidad y fragilidad, la belleza y bondad que es fundamental en los humanos, así como en las criaturas. El encuentro es una relación sin opresión y humillación del otro, donde el frágil es cuidado y no explotado, donde la vida es protegida. El encuentro va generando un proceso de total confianza, que al mismo tiempo fortalece la relación.
Francisco de Asís, consideró a todos y todas sus hermanas, hijos e hijas del mismo Padre de las misericordias, relacionándose con las criaturas desde su dignidad y belleza por el solo hecho de ser creadas, en una relación armónica que integra lo diverso y hasta lo contrario. En Francisco el encuentro es hospitalidad, es casa abierta, corazón que acoge, mirada misericordiosa, palabra amable, compromiso solidario con el otro, con una fe “recta” que lleva a creer que todo ser viviente es parte del plan amoroso del Dios Creador.
La hospitalidad es difícil en estos tiempos de violencia e inseguridad social, donde la desconfianza ha entrado en las comunidades de fe. Por tanto, la hospitalidad hoy se vuelve una decisión y acción profética, un signo de los tiempos que nos desafía en lo humano, en la estructura social y en nuestra forma de vida inspirada en el evangelio anunciado por Jesús. La hospitalidad al migrante es categórica del ser cristiano, y nos define en cual Dios creemos y amamos (Mt 25,35-40).
René Arturo Flores, OFM
RFM – Panamá
Créditos:
Foto principal: Marcos Rivera.
Referencias:
3. Rescatado el 24-20-29. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-46317956
5. Rescatado el 24-10-19. https://d2071andvip0wj.cloudfront.net/066-mexicos-southern-border-spanish.pdf
6. Ibid.