El Espíritu de Asís surgió de la iniciativa de Juan Pablo II de realizar un Encuentro Interreligioso en 1986 en la ciudad de Asís, como ciudad símbolo de la paz; en este Encuentro participaron 150 representantes de las doce principales religiones del mundo. La finalidad fue el diálogo y la amistad entre las distintas religiones, en una clara oposición a la violencia en todas sus formas, principalmente en las guerras fratricidas y una práctica de la religión en pro de la violencia y la guerra. Después de esta fecha inicial, el papa Juan Pablo II en el 2002 volvió a convocar en Asís a representantes y líderes religiosos.
La ciudad de Asís desde 1986 es la ciudad de la paz. Hay que resaltar que entre la primavera y el verano de Europa llegan a visitar esta ciudad miles de extranjeros en categoría de turistas. Esta ciudad y su gente acoge a los visitantes, además de darles hospitalidad en los diferentes hostales y hoteles. La ciudad de Asís como ciudad de la paz recoge ese anhelo de la humanidad por vivir con justicia y paz en esta casa común.
El grito de los forzados a migrar
Un migrante es tratado según su categoría económica, o por su estatus migratorio, en este sentido a nivel administrativo hay migrantes regulares e irregulares. La realidad mundial nos está mostrando que la migración es un drama humano, según la ACNUR, “el número de personas desplazadas por las guerras, la violencia, la persecución y las violaciones a los derechos humanos ascendía a 89,3 millones, es decir, un 8% más en comparación con el año anterior y más del doble en relación con la cifra de hace diez años” (1).
La situación de la movilidad humana se está volviendo una situación que deshumaniza. Según los datos mundiales facilitados por ACNUR hay 21,1 millones de refugiados, 52,2 millones de desplazados y 4,6 millones de solicitantes de Asilo. Cuando se ve la manera como los países con sus gobiernos están respondiendo al drama de la movilidad humana encontramos dentro de América Latina a Colombia como el país que más ha acogido personas migrantes (2).
Hay que tener presente los causales de la migración forzada en el continente latinoamericano, que tiene su origen en los sistemas y estructuras que los gobiernos están desarrollando, llevando a las mayorías al empobrecimiento y a la mala calidad de vida de los hogares. Otros causales que está llevando a una migración forzada son los desastres que causan los fenómenos naturales debido al cambio climático y la falta de gestión de riesgo en los territorios. La pandemia del Covid deterioró también las condiciones económicas de los hogares. Otro causal es la violencia de los agentes institucionales, el crimen organizado, la delincuencia de las calles y la violencia contra la mujer (femicidio). Una situación que ha ido en aumento es la violencia homofóbica hacia las personas de la comunidad LGTBIQ+, provocada por una mentalidad machista, provocando a migrar.
El drama humano de estos meses son los miles de venezolanos migrantes que han desbordado la frontera de Colombia y la selva del Darién. Esta tiene un camino con lodo, animales salvajes, heridas y sangre. Las historias hablan de muertos en el camino y en fosas comunes, sumado a la violencia que vive la mujer por parte de hombres que se dedican al crimen y all robo en la selva. Estos días de octubre del 2022, los migrantes venezolanos están “retornando” de distintos países, por las nuevas políticas del gobierno de Washington de cerrar la entrada por tierra a los venezolanos que llegan a la frontera sur de los EEUU. Al parecer la embajada de Venezuela en Panamá ha comenzado a retornar a los compatriotas. Esto tiene un costo económico. La esperanza siempre será la última palabra para cada migrante que camina con sueños y coraje.
El Espíritu de Asís
Retomando el “Espíritu de Asís”, podemos resaltar varios aspectos de la espiritualidad y carisma propuesto por el pobrecillo de Asís que nos iluminan hoy en el acompañamiento al drama migratorio que vivimos en estos momentos. San Francisco, fue al encuentro del otro, más allá de los muros de Asís. Ese otro que estaba marginado y empobrecido, que andaba por esos caminos. Ahí abrazó al leproso como si fuera su hermano.
Todo humano es mi prójimo y hermano/a, esto apunta a reconocer la dignidad humana y de hija/o de Dios que lleva cada persona. El ser hermanos nos hace reconocer en el otro un ser con los mismos derechos que resguardan la calidad y dignidad de vida. El ser hermano/a es contrario a considerar al otro como enemigo, sin pactar con la xenofobia y el racismo. El ser hermano y hermana del otro, se vuelve hoy una posibilidad para salvar vidas.
Si nos ubicamos como hermanos/as con los otros, desarrollaremos estrategias de hospitalidad, acogida y diálogo, que permiten tratar con dignidad a todo humano que encontramos por los caminos. El ser hermano/a es un modo de existir y estar en el mundo que mueve a construir relaciones de iguales, valoración y contemplación del misterio humano-divino detrás de cada rostro. Somos seres relacionales en donde el encuentro se vuelve una posibilidad de sanación y salvación. La hospitalidad tiene que llevarnos a recrear nuevas formas de cuidado y defensa del otro que camina por estos territorios.
El ser fraternos y sentirnos hermanos con toda la creación, como lo vivió Francisco en una sola alabanza cósmica, lleva a comprometerse con el cuidado, protección y desarrollo de la vida en esta casa común. La migración forzada es el grito de la misma “hermana madre tierra” que se desgarra y sangra en los territorios. Las palabras generadoras que emanan del Espíritu de Asís y que nos hacen hermano/a con el migrante son: ser pacíficos, dialogantes, hospitalarios, amigables, cordiales, protectores, defensores, cuidadores, abiertos y contemplativos con cada humano que va por los caminos.
Quedémonos con el icono del encuentro de Francisco con el Sultán, donde se recrea el abrazo en una amistad social y política, espiritual y cósmica que tiene un solo techo azul en esta casa común.
Los miembros de la RFM, movidos por el “Espíritu de Asís”, quieren ser una buena noticia que con actitud pacífica y fraterna buscan acompañar la migración forzada, viendo en cada migrante un hijo e hija de Dios, por tanto, una hermana/o que hay que abrazar y cuidar.