En esta realidad de los pueblos centroamericanos, hay rostros, nombres, familias y hogares concretos, que al verse con “hambre” tienen que migrar forzosamente. En los miles que se ven forzados a migrar de los países de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.
La religión cristiana se encarna en la historia en las distintas congregaciones e iglesias. Muchas de estas comunidades de fe, han absolutizado su doctrina, el culto y las normativas religiosas, dejando muchas veces en segundo plano la fe en Jesucristo, la cual está centrada en el seguimiento a la persona de Jesús, y en asumir su proyecto de vida: la Buena Noticia del reino de Dios. Es a partir del encuentro con Jesús en nuestra existencia y en los evangelios, que nos encontramos con sus palabras y gestos. Siguiendo este camino espiritual, Jesús dijo que él estaría presente en la historia en cada humano oprimido, necesitado e indefenso, “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber” Mt 25,35. Si damos de comer al hambriento o si nos preocupa el hambre de las mayorías empobrecidas, desde la fe cristiana, lo estamos haciendo al mismo Jesús.
La FAO determinó que, “El hambre y la inseguridad alimentaria son problemas mundiales. Según el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (2019), más de 820 millones de personas en el mundo siguen teniendo hambre en 2018” [1] Cuando se define este problema, se muestra la deficiencia de los Estados partes, que en sus políticas y acciones no están cumpliendo con facilitar el acceso a la alimentación, a proteger que individuos o empresas no impidan el acceso a la población de una alimentación cuantitativa y cualitativamente que responda, a favorecer a la calidad de nutrición en los núcleos familiares o individuos.
Para la población centroamericana la situación es compleja, como siempre los gobiernos de turno afanados en sus intereses de su política partidista y su afán de acumulación de riqueza, no están atentos a responder al derecho a la alimentación de la sociedad, la FAO plantea que, “Guatemala, Honduras y El Salvador están en mayor riesgo alimentario debido a que muchos hogares perdieron reservas de alimentos por los huracanes Eta e Iota. Junto a eso, hay reducción del empleo por la pandemia, especialmente en el sector informal, con pérdidas de ingresos y menos acceso a los alimentos”[2] La calidad y acceso a la alimentación en esta región, viene empeorando cada año por la situación climática que causa el “corredor seco”, en el cual viven gran cantidad de la población de estos países. Y todavía súmele la afectación de la pandemia del Covid-19.[3]
En esta realidad de los pueblos centroamericanos, hay rostros, nombres, familias y hogares concretos, que al verse con “hambre” tienen que migrar forzosamente. En los miles que se ven forzados a migrar de los países de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua la causa señalada es el empobrecimiento de los hogares, donde está implícita la mala calidad y acceso a la alimentación adecuada, es decir, el acceso a la canasta alimenticia. La FAO considera fundamental que estos Estados trabajen por favorecer la alimentación y la sostenibilidad agrícola.[4]
El migrante forzado a salir de su tierra, lleva el dolor de dejar ese lugar que lo vio nacer. En la mayoría de los migrantes hay un estómago con “hambre”, un ser humano que no encontró cómo alimentar a su familia en su país de origen. Cada migrante lleva el sueño de encontrar tierras donde abunde “la leche y la miel”, donde haya comida en abundancia para vivir. Los Estados están llamados por el Derecho mismo, a reconocer la dignidad de cada humano y a no excluir a ningún grupo humano de la alimentación necesaria y de calidad; se trata de incluir no de marginar o negar el derecho a la alimentación a toda población, incluyendo a los migrantes que llegan a sus países. [5]
Tengo presente los diferentes refugios o lugares de la RFM, donde comparten la mesa con el migrante, donde hay “peces y panes” que se multiplican (Jn 6).
Finalizo retomando la promesa que el profeta Isaías pronunció al pueblo de Dios cuando volvía del exilio y de ser extranjero en tierras extranjeras (Sal 125). El profeta dirige unas palabras de esperanza al pueblo que fue obligado a migrar, así dice Dios a su pueblo migrante, “a ver ustedes que andan con sed, ¡vengan a las aguas! No importa que estén sin plata, vengan; pidan trigo sin dinero, y coman, pidan vino y leche, sin pagar” Is 55,1. Hoy hacemos nuestras estas palabras proféticas, que renuevan la esperanza al caminar con nuestros hermanos y hermanas migrantes.
René Arturo Flores, OFM
RFM – El Salvador
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[1] https://www.ohchr.org/SP/Issues/Food/Pages/FoodIndex.aspx
[2] https://www.estrategiaynegocios.net/lasclavesdeldia/1453135-330/fao-habr%C3%A1-aumento-de-hambre-aguda-en-centroam%C3%A9rica
[3] https://www.oxfamintermon.org/es/publicacion/rostros-hambre-centroamerica?hsLang=es
[4] https://www.fao.org/migration/es/
[5] https://www.ohchr.org/EN/Issues/Food/Pages/AboutHRFood.aspx