Todo es desafiante porque la misma realidad va a desafiar la implicación, son pequeños detalles en los que tú puedes ayudar y darte a los demás

La Hna. María del Carmen López, panameña y con estudios en Teología, ha colaborado en la Pastoral Parroquial con trabajos de evangelización; a sus 55 años, tiene experiencia en el campo educativo en las parroquias y la Pastoral Indígena, de Guatemala y Panamá. Ahora, se encuentra trabajando con personas en movilidad forzada en la casa del migrante Frontera Digna, en Piedras Negras, Coahuila. Les compartimos la entrevista realizada a la Hna. Carmen.

¿Cómo es que llegó a realizar un voluntariado a Frontera Digna?

Teniendo este recorrido en la vida consagrada, la congregación vio como una urgencia y necesidad atender al llamado de la iglesia y trabajar en el campo de la movilidad humana y así llegaron a México. Desde ese momento sentí mucha inquietud para venir al país. La Hna. Isabel ya había sido escogida por un equipo; por ello, yo tuve que esperar un año y medio para que me respondieran. Yo quería venir de parte de la fraternidad, vivir y trabajar en la Pastoral Migrante. Cuando me contestaron dijeron que iría para una experiencia de voluntariado que acababa de lanzar la RFM, he sido la primera en la congregación a la que le han dado ese permiso: vivir el voluntariado.

El llegar aquí ha sido maravilloso y gratificante, porque de todos los lugares en los que he estado, siento que de verdad aquí hay un trabajo concreto, no digo que en los demás no, pero se siente, se ve y vibra uno, porque está en contacto directo todos los días en la escucha, en atención, orientación y en ayuda puntual, me ha sido muy rico. Hay la organización, también está el equipo de planta que trabaja, he estado sirviendo y ayudándoles en la medida de lo posible, porque cuando yo llegué como voluntaria me dijeron que necesitaban que colaborará en Secretaría y Contabilidad, ya que cuento con experiencia por estar en gobierno provincial. Ahora me dedico a eso, aunque sin desligarme del contacto y cercanía con los migrantes que diario llegan a montones, eso me llena mucho, me siento feliz de trabajar.

En un primer momento, vine como voluntaria de tres meses, pero yo solicitaba a la congregación quedarme aquí por lo menos este año, entonces, la experiencia de voluntariado se convirtió en un tiempo más largo y ya no le llamamos voluntariado, sino que ya pertenezco a la Fraternidad para trabajar directamente en la Pastoral Migrante. Sin embargo, yo le decía a la Hna. (Isabel) que al ser voluntaria le toca hacer de todo “hágase tal cosa” “vaya por tal cosa”, el voluntario tiene que estar en todas, la verdad he trabajado con gusto, me siento feliz, a veces el cansancio no se siente porque en comparación con lo que viven ellos en su caminata y travesías por los lugares y la situación que le toca vivir, el riesgo no es nada, al final del día uno llega uno cansado, pero tienes una casita, tienes una camita; por ese lado, puedo ofrecer física y humanamente, por sus necesidades y dificultades que tienen que pasar.

Usted menciona que ha trabajado en el campo educativo y la evangelización, ¿en qué lugares se desarrollaron estos trabajos? y ¿eran para personas de comunidades o para personas migrantes?

He estado en Panamá en la parte de educación, en El Salvador fue donde estudié y estuve en una parroquia bastante tiempo; en mis primeros años de religiosa, después de salir de un noviciado en Guatemala, estar en la Pastoral Indígena, fue muy impactante y enriquecedor: empezar mis primeros pasos de contacto con el pueblo, con los pobres, los necesitados y también con una lengua difícil y desconocida, me costó mucho, no la hablé, pero si me entendí con esa cultura. Luego, estuve en San Pedro Sula, en Honduras; en Nicaragua, en trabajo pastoral parroquial, también en educación y obras sociales: guarderías, dispensarios. La mayor parte he trabajado en Centroamérica con campesinos, indígenas y con población semiurbana, ha sido un acompañamiento al laico y de formación teológica. La experiencia del migrante solamente en México, siempre escuché la situación en la que vivían, en Panamá había, pero no la vi. Y en El Salvador nunca me involucré. Trabajé un poco en JPIC, siempre he vibrado con esos temas, me gusta participar.

Hna. María del Carmen López, FMI

Al estar inmersa en todas las actividades como voluntaria, ¿Cuál ha sido su experiencia y/o enseñanzas?

Todo es desafiante porque la misma realidad va a desafiar la implicación, son pequeños detalles en los que tú puedes ayudar y darte a los demás, que no tiene precio y no tiene tiempo. Aprendí con esto que son personas vulnerables, despojadas de todo porque hasta les toca vivir el robo, la estafa y tantas cosas más, queda uno impotente ante sus problemas, su situación. La riqueza ha sido el escuchar, porque ellos luego quieren que uno los escuche, eso ha sido muy lindo, no señalar, no enjuiciar nada, sólo oídos atentos para escucharlos. Me ha ayudado mucho porque dentro de la experiencia del voluntariado he tenido lo de la orientación: buscar familias que solicitan asilo, que quieren reunirse con su familia en Estados Unidos o con casos especiales. A través de IMUMI se le busca una asesoría legal a la familia para que comprenda cómo va a ser el proceso, si es que tiene posibilidad de entrar por asilo u otra causa. Eso me ayuda porque uno de verdad no sabe cuánto sufre esta gente y por qué sale de su país, dejan todo y hay una situación por detrás realmente impactante. Se siente uno pequeño, impotente ante una problemática grande, social, de país: “allá me están persiguiendo, corre peligro mi vida, la de mi familia y por eso estamos acá”.

Todo ha sido muy significativo y no me queda otra cosa más que ofrecerle todos los días a Dios, cuando llegamos a la casa lo que he vivido y presentarlo. Han sido detallitos, cositas chiquitas con los niños cuando hay que darles ropa, con cariño te piden ellos las cosas, con pena algunos. Debemos aprender a hablar con cariño, ternura, como dice el Papa “proteger, acoger, escuchar”, esa ha sido mi riqueza y lección. Difícilmente me puedo quejar ante mi dolor porque no es nada en comparación con lo que ellos viven.

Le aseguro que escucharle nos enriquece, todo lo que platica nos cambia completamente el panorama y la perspectiva: nos situamos en el lugar del otro. Ya para finalizar, ¿quisiera agregar alguna otra reflexión?

Como usted dice, situarse en el lado del otro, uno puede estar señalando sin conocer la realidad. Cuando veo a la Hna. Isabel, su entusiasmo, las correrías de ella, yo digo que para eso estamos aquí, tratando para ellos, porque ese es nuestro trabajo, no por recibir una remuneración, sino porque de verdad lo hacemos con amor. Yo procuro siempre eso, escuchar, ser como la mediadora, la persona de confianza para atender su necesidad. Ponerse en el lado del otro, en el zapato del otro es cosa seria, aunque me queden, pero cada uno va amoldando su piecito y ellos se van acomodando. Siento que ellos me han enseñado, yo soy religiosa; sin embargo, ellos tienen una fe tremenda. Aquí hay una capillita, no es formal, tiene a la Virgen de Guadalupe, verlos allí arrodillados, orando, no cinco minutos, se quedan rato, ver esa sintonía que tienen con Dios, dándole gracias porque están en el albergue, porque llegaron, recibieron un plato de comida, eso también ha sido maravilloso, sentir que la gente está con Dios, acompañándose en el camino. No han desligado su espiritualidad, la llevan ahí y saben que Dios está con ellos.

Como conclusión, sea uno voluntario o no, al estar aquí le toca a uno darse y servir en lo que está al alcance, tener ese sentido común, no hacer la cosas sólo porque me lo piden, sino que se debe estar atento a esos pequeños detalles que pasan desapercibidos y que uno puede ver; por ejemplo, si piden un cepillo de dientes, pero no va a tener pasta dental, entonces también se le brinda, son los pequeños detalles que se pasan por alto y que la gente agradece. El voluntariado es eso, viendo dónde puedo servir, ayudar, escuchar, atender. No pasar nada por alto, yo tengo que comunicar esperanza y fe a las personas, no dejarlo de lado, con Dios todo es posible.

Vianey Martínez
Red Franciscana para Migrantes