La Comisión de Movilidad Humana Nacional y la Secretaría de Justicia y Paz de la diócesis de Chiriquí, tramitaron con la institución de Migración el poder realizar una visita al refugio para migrantes ubicado en Gualaca, provincia de Chiriquí. El objetivo de la visita fue constatar la situación de la estadía y los DDHH de los migrantes que se encontraban en dicho centro de refugio.

El equipo que realizó la visita estuvo conformado por Rigoberto Pitti, Ligia Figueroa (ambos miembros de justicia y paz de la diócesis de David), el párroco de Gualaca Juan Landau y dos miembros de JPIC y de la Red Franciscana para Migrantes de la Familia Franciscana de Chiriquí, Panamá: Fr. René Flores, OFM y Rafael Lara.

Llegamos al refugio cerca de las 9.00, nos recibieron los oficiales encargados de migración y de la policía de fronteras. Además, hay encargados de la cocina, entre otros trabajadores, en total son 50 personas que asisten al refugio. También, había algunos miembros de la OIM que llegan a facilitar recreación a los niños y niñas. Después de haber sido recibidos nos dividimos en dos grupos, uno que se ocupó de entrevistar a los migrantes y el otro grupo a los funcionarios del gobierno. Comparto algunos aspectos que surgieron de los diálogos y de la observación del lugar.

Anteriormente este centro de refugio servía para capacitaciones juveniles. Se estableció como refugio, porque el gobierno quiso dar una respuesta a cientos de migrantes cubanos que no les permitían pasar la migración hacia Costa Rica en el 2016, estos migrantes quedaron detenidos en la frontera de “Paso Canoas”, en territorio panameño.  Cuando sucedió esta crisis de migrantes cubanos, la diócesis con instituciones católicas respondieron dando asistencia humanitaria y habilitando albergues provisionales para estos migrantes.

Según datos de los oficiales de migración, que están en este centro de refugio, en el 2019 pasaron unos 30 mil, en el 2020 unos 90 mil, y el 2021 fueron más de 130 mil migrantes.

«vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar no existe ya.» Ap 21,1

Cuando realizamos esta visita había más de 200 migrantes, entre ellos, muchos niños y niñas y familias completas. El ambiente es calmo en el refugio, estos días la mayoría son haitianos, algunos venezolanos y cubanos. También, había un grupo de nicaragüenses detenidos hace unos dos meses que los apresaron cruzando la frontera con un traficante de personas “coyote”. En la actualidad se encuentran en trámite de deportación a Nicaragua, este caso tiene varias anomalías y es muy lento los procedimientos legales por parte del estado.

En cuanto al trato, en general no hay violación de DDHH, son atendidos respetando su dignidad humana, no hay muestra de racismo o xenofobia por parte de los oficiales del refugio. Además del tema del derecho al agua potable, se investigará,por parte de la comisión de la diócesis, la situación jurídica de los migrantes nicaragüenses que están detenidos en el refugio.

Es doloroso ver los rostros tristes de la mayoría, cuando hablas con ellos y ellas, los sientes con gran deseo de tener paz y tranquilidad en sus vidas, la cual no tienen en este momento. Es impresionante escuchar el recorrido que han realizado, viajando desde Brasil y otros desde Venezuela, Colombia, recorriendo tierra y mar, siendo lo más peligroso el paso por la selva del Darién. En esa selva, pagan un guía, que al final lo interceptan grupos de delincuentes que les roban y abusan sexualmente de las mujeres.

Una historia que me contaron, muy triste, es que en el recorrido por la selva en un grupo de migrantes estaban dos niños que no eran acompañados por adultos y por enfermedad murió el niño más pequeño y su hermano mayor que era un niño, lo llevó por dos días abrazado a su cuerpo mientras caminaban, los adultos le insistían que lo iban a enterrar, hasta que él aceptó; su hermanito quedó enterrado en las selvas del Darién.

Fr. René Arturo Flores, OFM