Las mujeres a través de la historia hemos tejido no sólo nuestras narrativas sino también las del mundo, siendo artífices en los diferentes escenarios como la política, la religión, las artes, la filosofía, las ciencias, etc., asimismo, hemos tenido que luchar para que nuestras voces no sean silenciadas y no seamos invisibilizadas en un mundo que nosotras mismas hemos construido hombro a hombro con el hombre.
Hemos ganado luchas a través de los distintos movimientos feministas para ser reconocidas en diferentes escenarios y gozar de los derechos sociales, políticos, económicos y culturales; sin embargo, aún hay mujeres que siguen sufriendo el flagelo de ser calladas, invisibilizadas y excluidas, como lo son las mujeres migrantes.
El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (DAES) ha señalado que a nivel mundial las mujeres en 2020 representaban aproximadamente el 48.1% de la población mundial migrante y en Estados Unidos representan el 51.8% (1). Mujeres que desde que salen de sus países de origen, tiene el anhelo de mejorar sus condiciones de vida y las de su familia y que, a través de las remesas, también mejoran las condiciones de sus países de origen. En medio de todo, desconocemos el sufrimiento que padecen y preferimos que guarden en silencio su dolor, como el de “Sandra” originaria de México quien tiene más de 10 años viviendo en los Estados Unidos:
“el llegar acá no fue tan difícil, lo difícil fue el tener que vivir al inicio en un departamento en donde vivíamos más de 10 personas que no conocía, muchas veces me tocó dormir en el suelo y cuidarme que no me robaran. Las rentas acá son muy caras, no sabía el idioma y no podía conseguir trabajo, hasta que pude colocarme como niñera, después logré conseguir otro trabajo en McDonald´s y así pude rentar un departamento chiquito y mandar un poco más de dólares a mi familia. Acá muchas veces fuí discriminada por ser mujer y desconocer el idioma, no he visto a mis hijos, padres y hermanos, sé que están bien y trato de darles una mejor condición de vida de la que tuve yo, constantemente les hablo y ahora ya podemos hacernos video llamadas, sé que me he perdido muchas cosas con mis hijos y familia, pero el saber que están bien me motiva a seguir trabajando, espero muy pronto poder traer a mis padres e hijos, ese es mi más grande sueño. Ellos no saben todo lo que he sufrido acá, no quiero angustiarlos”.
Así mismo, existen miles de historias de mujeres que desafortunadamente en la ruta migratoria siguen invisibilizadas y silenciadas, mujeres que saben que pueden ser violadas, secuestradas, robadas, extorsionadas, asesinadas o ser víctimas de cualquier delito incluso por sus propios traficantes –polleros—, como el caso de “Jenni” originaria de Nicaragua quien llegó a Puebla gracias a su traficante, el cual, la privó de su libertad a ella y otras mujeres por 4 días, su traficante las llevó a una bodega, durante el traslado las obligaron a agachar la cabeza para que no pudieran ver por dónde las llevaban, al llegar al lugar de destino, les prohibieron usar su celular, les quitaron sus pertenencias y les vendían la comida y el agua.
“Jenni” no sabe por qué a ella la liberaron, pero la dejaron afuera de un motel, diciéndole que ahí había una habitación para ella con su nombre, al preguntar por la habitación reservada, se dio cuenta de que la habían engañado y dejado en un lugar que ella desconocía, sin dinero, sin pertenencias, sola y con miedo.
Estas dos historias de mujeres migrantes sólo son un pequeño reflejo de lo que padecen durante la ruta y en los países de destino, eventos que son propiciados por las políticas migratorias de control y contención, mismas que han orillado a la población migrante a tener que buscar nuevas rutas, las cuales son más peligrosas principalmente para las mujeres, niñas y adolescentes, lo que ha llevado a que los únicos que se beneficien sean las redes del crimen organizado. Políticas que en los países de destino obligan a las mujeres a tener que buscar trabajos que sean clandestinos, que no brindan los mínimos de seguridad social establecidos por los estándares internacionales de derechos humanos.
En el día internacional de la mujer queremos reconocer el protagonismo de las mujeres migrantes, tejedoras del des-orden social, desde la ruta y hasta los países de destino, van tejiendo vida, esperanza, cultura, sabor, música, tradiciones y lucha, dando origen a un nuevo orden por todos los lugares y países por los que pasan, como el caso de Ingrid, una gran mujer migrante proveniente de Honduras radicada en Puebla, quien con su entrega y amor, acompaña, da alimento, ropa y principalmente da ánimo a todos los migrantes que pasan al Albergue de los Desamparados. Ella, con su testimonio de todos los días, nos enseña que aún hay mucho trabajo por hacer para reconocer los derechos de las mujeres migrantes, pero en esta lucha la esperanza y la sororidad nos debe de mantener.
Ingrid, Albergue de los Desamparados
Elida Beatriz Calixto Toxqui
Miembro de Equipo RFM-México
Coordinadora del Comité de Incidencia.
1. United Nations Population Division, International Migrant Stock 2020, En línea: https://www.un.org/development/desa/pd/content/international-migrant-stock
Excelente