El viernes 08 de octubre participé junto con la hermana Ludivina Hernández, miembro de las hermanas del santo Rosario, en la Misión organizada con Red Clamor Capítulo Honduras, hacia Ocotepeque por la ruta que realizan todos aquellos que emprenden la migración forzada. Esta ruta desde Tegucigalpa comprende alrededor de 434 km con un tiempo aproximado de 12 horas abordando dos diferentes transportes urbanos.

El objetivo de esta experiencia misionera fue integrar la celebración del mes de las misiones en la Iglesia con el flujo migratorio como parte de la realidad de Honduras, respondiendo a su vez al llamado del Papa Francisco por un “Nosotros cada vez más grande”. También, como Red Franciscana para Migrantes Equipo Honduras, parte de nuestros objetivos es trabajar con las organizaciones e instituciones que están acompañando y acogiendo al emigrante y deportado en Honduras.

Compartiré desde mi mirada y sentir en este recorrido de misión junto con Ludivina. A la hora de salida del primer bus hacia Santa Rosa de Copán, me sorprendió ver la cantidad de personas afrodescendientes que hasta el momento consideré que eran de nuestros hermanos de la comunidad Garífuna Hondureña, me llamó la atención su mirada alerta y la aprensión con los menores. En la posta policial de Zambrano, nos detuvo un policía, quien se subió y se acercó a uno de ellos preguntándole: – ¿cuánto te cobraron? – y uno de ellos que le comprendió respondió: 12 dólares (288 lempiras, moneda hondureña). El policía saco su celular y dijo: – Está bien, si les cobraron de más debían devolverles. En ese momento pensé: “Son haitianos” y valoré el hecho como una experiencia positiva, puesto no hubo abuso por ser migrantes en el cobro de transporte, a su vez el policía garantizó su derecho a libre tránsito.

Más tarde fuimos testigos al abordar el segundo transporte urbano, del doble cobro de lo que corresponde a la tarifa en el trayecto a la frontera. En este punto no pudimos ser indiferentes frente al enojo que demostraron los haitianos por el excesivo cobro que les realizaron. Admiré su fuerza en defender sus derechos denunciando el abuso arbitrario del cobrador del bus, una de ellas expresó con indignación: “Todos somos iguales, no importa el color, deben cobrarnos igual”. La hermana Ludi reaccionó cuestionándole al cobrador su actuar injustificado increpándole que debía devolverle su dinero. Como reacción el cobrador amenazó que los dejarían a mitad de camino.

Estas son algunas de las vejaciones que llegamos a presenciar por parte de estas empresas de transporte en las que se aprovechan de la vulnerabilidad de la persona migrante durante su recorrido en Honduras. Es lamentable y reprochable que se produzcan están acciones xenofóbicas y racistas, sobretodo siendo un país con una realidad similar a la de Haití.

Al llegar a Ocotepeque, nos despedimos de los migrantes haitianos. Ya en la casa del migrante San José, nos recibieron, con mucha hospitalidad, los miembros del equipo de Pastoral de Movilidad Humana. Esta casa es un albergue de tránsito el cual tiene 25 años (desde 1996) de servir y dar acogida fraterna y asistencia a las personas migrantes nacionales y extranjeras. Es un espacio que brinda hospitalidad, alimentación, higiene, apoyo en salud física y trámites de documentación para la atención de migrantes deportados vía terrestre de México y migrantes de paso.

Las actividades realizadas en esta misión fueron la entrega de trifolios con información para las personas migrantes, se ofrecieron a la población que encontramos al recorrer el parque, el mercado y las terminales de estación de buses; con el fin de dar a conocer y brindar información adecuada a los migrantes que van de paso.

Posteriormente se realizaron ejercicios con el equipo de la casa del Migrante relacionados con fortalecimiento de trabajo individual y colectivo, para fortalecer competencias para la atención psicosocial. También, logramos observar al equipo de la casa en su servicio cotidiano a los migrantes, en el cual nos involucramos para ser parte del trabajo que realizan. Tuvimos el agrado de presenciar al grupo de danza que invitaron para compartir la alegría de sus 25 años de servicio, siendo este un momento de convivencia que nos hizo sentir parte de la casa, finalizando esta jornada con la eucaristía.

Agradecemos la hospitalidad y las muestras de cariño de María Elena, Miguel, Roel, Enrique y Sixto, miembros del equipo PMH de la casa de San José, quienes nos confirman con su servicio que las casas de acogida de migrantes son un lugar de aprendizaje y crecimiento humano. Esto nos recuerda la frase del Papa en su visita a Chile el 2018: “aprendamos y dejémonos impregnar por los valores, sabiduría, y la fe que los inmigrantes traen consigo”. Este llamado motiva a que cada uno de nosotros sigamos siendo la puerta abierta y la respuesta de aliento para los migrantes que buscan en su tránsito ser valorados, acogidos y respetados en su dignidad. 

 Ana Victoria López
RFM Equipo Honduras