«Dios estaba con las parteras, así que el pueblo creció y llegó a ser muy fuerte» Ex1,20

La esperanza hondureña tiene nombre de mujer: Xiomara Castro de Zelaya, la primera mujer presidenta de Honduras. En una historia bipartidista, en un patriarcado violento y un militarismo opresor, toma posesión la presidenta electa Xiomara Castro. 

Desde el 2010 que se realizaron elecciones fraudulentas donde el partido “nacional” inició un período de gobierno que duró 12 años consecutivos, con una reelección presidencial inconstitucional. Este gobierno “nacionalista” deja despojado, endeudado y desgastado institucionalmente al Estado hondureño. Algunas de esas características que marcaron este periodo de gobierno fueron:

      • Un “narcogobierno” tanto militar como político.
      • Un gobierno violador de DDHH y de los pueblos originarios.
      • Un endeudamiento por el despojo de las arcas del estado.
      • Un gobierno corrupto en todos los espacios institucionales.
      • Una impunidad en gran escala, blindada por diferentes leyes favorables a la injusticia.
      • Una entrega de los territorios indígenas y campesinos, por las ZEDES.
      • Favorecer el extractivismo que despoja y contamina los bienes naturales.
      • Criminalización y asesinato de las defensoras/os de los DDHH y ambientales.
      • Aumento del femicidio, y de la violencia contra la mujer.
      • Asesinatos de miembros de la comunidad LGTBI.
      • Un gobierno que persigue, reprime y criminaliza a la sociedad civil organizada.
      • Caravanas de migrantes, que salen huyendo desesperados por la violencia y pobreza.

Las familias que se han visto forzados a migrar tanto en “caravana” como en grupos más pequeños son la expresión más clara de la situación desesperanzada que viven miles de ciudadanos hondureños. Diría un periódico de los EEUU: “la gente de Honduras ha emigrado a Estados Unidos hace tiempo. Huyen de la violencia del crimen organizado, de la miseria económica y de la indiferencia de un gobierno liderado por un presidente acusado de tener vínculos con el narcotráfico.”[1] Esta situación de un gobierno fallido, creció en la crisis postelectoral del 2018, donde la corrupción del partido nacional se desbordó; y fue en este contexto que iniciaron las llamadas “caravanas” de migrantes.

La realidad que trajo la pandemia del Covid-19 en el 2020, unido a los fenómenos naturales de los dos huracanes que impactaron Honduras, afectando un 50% de la población del país, y dejando como consecuencias al menos 400 mil empleos perdidos en este año.

Esta situación, junto con la violencia generalizada, siguieron moviendo a las familias hondureñas a verse forzados a migrar del país. También tengamos presente que “en 2021, Honduras ingresa por primera vez al ranking de los 25 territorios con más personas desplazadas según el Informe Global de Desplazamiento Interno…Dentro de dicho ranking, Honduras se ubicó en la decimoprimera posición, reportando una cifra de 937,000 desplazados al exterior y 247,000 desplazados internos por motivos de conflicto y violencia, siendo el país latinoamericano con el número más alto de desplazamientos.”[2]

Es evidente que el panorama de la migración forzada se empeoró en estos últimos años: “Honduras es el tercer país con más solicitudes de protección internacional en España. Un total de 5,563 hondureños, realizaron el proceso de solicitud de protección internacional.”[3]

En cuanto a la situación de los deportados, también evidencia la realidad deteriorada de la gran mayoría de la población, “La cifra de personas deportadas a Honduras aumentó un 33,2 % en lo que va de 2021 en comparación con el mismo lapso de 2020.”[4]

El entusiasmo del cambio de gobierno que ha llegado al pueblo hondureño no es suficiente para que el clamor por la justicia se concrete en estos territorios. Tampoco llegará la justicia, la paz y la tortilla a cada hogar por solo el hecho de invocar a Dios con una celebración en la ermita dedicada a la Virgen de Suyapa. Este es tiempo de unidad civil, de retomar las luchas de los pueblos originarios y de las comunidades campesinas, de fortalecer las instituciones que defienden los DDHH, de restablecer la autonomía y credibilidad de los poderes del Estado, de revertir las leyes que han permitido el despojo del pueblo, de fortalecer la autonomía y liderazgo comunitario de las alcaldías, entre otros desafíos.

Para los cristianos es tiempo de proclamar y vivir las bienaventuranzas de Jesús (Mt 5,1; LC 6). De renovar la esperanza y caminar humildemente con nuestro Dios; de que los líderes y jerarcas cristianos pacten con la justicia y no con los poderosos corruptos; de construir una iglesia pobre de los pobres; de aprender a ser un país pacífico que valora la educación más que la institución del ejército. Los discípulos y discípulas de Jesús, debemos dejarnos llevar por su Espíritu liberador, consolador y transformador de la realidad (Lc 4,16).

René Arturo Flores, OFM

 

 

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[1] https://www.nytimes.com/es/2021/04/06/espanol/honduras-migracion.html

[2] https://eleutera.org/honduras-rompe-record-de-migracion-irregular-en-2021/

[3] Ibid.

[4] https://www.swissinfo.ch/spa/honduras-migraci%C3%B3n_las-deportaciones-de-hondure%C3%B1os-suben-un-33-2—en-lo-que-va-de-2021/46928938