«Haz justicia al huérfano y a la viuda, ama al emigrante proporcionándole ropa y vestidos. Amen al emigrante (forastero), porque emigrante fuiste en Egipto.» Dt 10,18-19

En la memoria de los libros principales del Pueblo de Israel (el pentateuco), quedó plasmada el mandamiento de cuidar, alimentar y defender a los grupos más vulnerables en el antiguo oriente, los cuales eran: los huérfanos, las viudas y los extranjeros (migrantes). El pueblo de Israel, hace memoria de que Dios “ama al migrante”, también, hace ver el sentido plenamente humano que se debe tener ante el necesitado: haz al otro lo que quieras que te hagan a ti; en el mandato de Dios, “amen al migrante, porque migrante fuiste en Egipto”.

En la práctica de Jesús, encontramos el mismo Espíritu que lo movió a liberar y sanar a los grupos excluidos y más afectados de la sociedad judía, por eso, el evangelio de Lucas recreó el momento en que Jesús anunció su misión (Lc 4,16-21). Toda la práctica de Jesús, estuvo impregnada de la compasión y la misericordia, que hace posible la justicia y la liberación, por eso lo buscaba el pueblo empobrecido, por sentirse acogido (Mt 4,24-25; Jn 6,1-15).

Son los pequeños e indefensos los que muestran el rostro de Jesús: «El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado» (Mc 9,37). Y todavía más radical y trascendente, fue el afirmar que sí actuamos con compasión con los grupos humanos vulnerables, lo estamos haciendo al mismo Jesús, entre esos están los migrantes: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis;» Mt 25,35. Aumentemos la sensibilidad y la fe, para poder ver en el migrante el rostro de Cristo.

Actuar compasivamente, es una cualidad humana, que se concreta en la acción por dar cuidado, protección y atención al más necesitado que encontramos en el camino, esto se logra escuchando los gritos de la realidad (Mc 10,46-52).

Solo la compasión que salía de la humanidad de Jesús, lo llevó a actuar de manera liberadora con la mujer, confrontando la cultura machista y el patriarcado religioso de los grupos de hombres que dominaban la religión judía; también, llevó a Jesús a superar la xenofobia, (Mt 15,21-28; Jn 8,1). Jesús se acercaba y actuaba, «Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.»» Lc 7,13. La compasión nos lleva a actuar con la libertad de los hijos e hijas de Dios.

La filósofa española Adela Cortina, logró acuñar, después de varios años de planteamientos epistemológicos y sistematización de la realidad, el término en el diccionario de la Real Academia Española, de “Aporofobia”: fobia a las personas pobres o desfavorecidas (2017). La periodista Milagros Pérez Oliva, expresó este alcance humanista en la comunidad de lengua española, diciendo, “para que algo exista en la conciencia colectiva hay que poder nombrarlo. Poner nombre a lo que ocurre y no se ve o no se quiere ver es lo que ha hecho la filósofa Adela Cortina con una realidad que está ahí, pero preferimos ignorar: el miedo, la aversión y el rechazo a los pobres.”[1]

Lo que Milagro Pérez está afirmando, es lo que Jesús dijo sobre el tener misericordia ante el caído en el camino, en la parábola “del buen samaritano” (Lc 10,28-38). Hay que “ver” la realidad con compasión que humaniza. Además de ver y analizar la realidad con compasión, es necesario superar el “miedo” que muchas veces lleva a rechazar al migrante, actuando violentamente hacia este grupo vulnerable.

Esta situación de actuar violentamente contra el migrante pobre y vulnerable, se experimentó recientemente en Iquique, a unos 1750 kilómetros de Santiago, la capital chilena (25-9-2021); donde se realizó una manifestación en contra de los migrantes irregulares venezolanos y algunos haitianos, los cuales estaban residiendo en carpas en un parque público de la localidad; lo más inhumano fue el gesto simbólico de quemar las colchonetas, mochilas y juguetes de las familias migrantes. En un video que está en las redes sociales, estos manifestantes chilenos salen expresándose con desprecio, odio y rechazo del migrante que está en sus tierras.[2] Esta actitud de considerar “delincuente, sucio y despreciable” al migrante, es un acto de “aporofobia”: el prejuicio descalificativo al migrante.

El papa Francisco, en la encíclica de la “Frateli Tutti” (2020), sobre la fraternidad y amistad social, abordando la situación de la migración, enfatiza que el recibirlos y acogerlos, es un acto que plenifica la misma humanidad (FT 85); también, expresó, “pido especialmente a los jóvenes que no caigan en las redes de quienes quieren enfrentarlos a otros jóvenes que llegan a sus países, haciéndolos ver como seres peligrosos y como si no tuvieran la misma inalienable dignidad de todo ser humano” (FT 133). El papa sabe que el considerar descartable a los migrantes irregulares y pobres, nos deshumaniza como sociedad, hay que cambiar la mentalidad y mirada hacia el migrante, descubriendo lo valioso y positivo que trae el encuentro de culturas y pueblos (FT 133-136).

René Arturo Flores, OFM
RFM – Equipo El Salvador

 

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[1] https://elpais.com/elpais/2018/01/03/opinion/1515000880_629504.html

[2] https://www.youtube.com/watch?v=1pj_ocilHzU