La celebración de la Jornada Internacional de la Fraternidad Humana se celebra cada 4 de febrero. Una jornada para conmemorar que durante el 2019 el Papa Francisco y el Gran Imán Al-Tayyeb firmaban de manera conjunta el documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz mundial y la Convivencia común.

La espiritualidad franciscana atraviesa este principio desde sus raíces, siendo portadores de paz como un engranaje de toda relación humana para un crecimiento armónico con toda vida que nos rodea. Debemos creer en el poder transformador capaz de transformar la hostilidad, la destrucción y la maldad en cooperación, comunidad y equilibrio. 

Lo anterior nos lleva a una pregunta: dónde queda la fraternidad humana cuando nos encontramos con centenares de migrantes tocando la puerta en nuestras fronteras físicas y mentales. Aún nos queda la tarea ardua de responsabilizarnos de nuestras percepciones deshumanizadoras, mismas que se convierten, incluso, en decisiones políticas. A pesar de esto, es oportuno hablar de lo que sí está a nuestro alcance como cristianos para ser agentes de un cambio movilizador y transformador. 

Como seres sociales somos desafiados a desarrollar la habilidad que nos colocará por encima de toda civilización. Esa habilidad la encontramos en la tolerancia al otro diferente a mi. En Jesús esto se llama amar al prójimo a como a uno mismo (cf. Mc 12, 29-31). Jesús mismo se fue abriendo a las culturas distintas a la suya que le permitieron cambiar de mentalidad y aproximarse a lo diverso (Mc 7, 24). Si bien, la finalidad no es coincidir todos con nuestros pensamientos y culturas, sino el aprendizaje de lo irrepetible y único de cada persona. 

Solo así evolucionaremos hacia una vida más plena en nuestra humanidad e historia para abrir paso a la verdadera fraternidad cósmica. 

Algunas pautas desde lo psico-social que están  a nuestro alcance (1):

1) La necesidad de contar con apoyo social efectivo, puesto que los migrantes no tienen suficientes redes de amigos y familia que contribuyan a reducir el impacto del estrés. 

2) Convivir con la familia que quedó en su país de origen y la familia construida en el país de acogida como única familia.

3) Formación profesional para superar y ascender en la escala social, ya que los migrantes padecen de un fuerte sentimiento de frustración por no ocupar profesiones y trabajos para los cuales están cualificados; lo que puede generar fuertes procesos depresivos.

4) Contar con espacios sociales de aceptación y reconocimiento a sus necesidades culturales, económicas y espirituales.

5) Contar con una ayuda especializada de salud mental, donde el tema migratorio se analice como causa y efecto de distintos padecimientos físicos y psicológicos en las primeras etapas de llegada al país

En este sentido, es muy valioso y profético lo que el Papa Francisco expresó en la Fratelli Tutti sobre nuestros hermanos en movilidad y la riqueza cultural de la que son portadores (cf. 37,38,39, 40, 42,85).

Ya que los cambios que viven los migrantes son abruptos es vital integrarse a sus nuevas comunidades junto a sus diferencias y diversidades. De igual manera, es importante que toda persona en movilidad viva desde el bienestar y la pertenencia a la nueva tierra que les cobija, así como para sus familiares que están en el lugar de origen. Esto es posible cultivando una fraternidad sin fronteras. 

Ana Victoria López

RFM-Honduras

1.  de Psicólogos, C. G. de C. O. (s/f). Los efectos psicológicos de la Migración.Infocop.es. Recuperado el 4 de febrero de 2023, de https://www.infocop.es/view_article.asp?id=1557

Créditos foto de portada: Eric Luna.