Millones de personas en el mundo se ven obligadas a dejar su tierra en busca de una vida mejor. ¿Qué nos dice la Biblia al respecto? Exploremos cómo la Biblia, desde sus orígenes, aborda la experiencia de la migración y cómo nos invita a responder a ella con compasión y justicia.
Sección 1: Dios, el Creador y la Diversidad
- La creación como un acto de amor e inclusión.
La creación es un acto de amor e inclusión. En los primeros capítulos del Génesis, vemos cómo Dios crea la vida en la Tierra sin establecer fronteras, considerando que todo lo creado es «bueno» (Gn 1). Después de formar toda la biodiversidad, Dios crea al ser humano, hombre y mujer, a su imagen. En este relato, los humanos son los últimos en habitar la Tierra, que ya está llena de otras criaturas. Cada ser es una expresión del amor divino.
El Génesis también presenta otras facetas del ser humano, como la violencia entre hermanos, la lucha de poder y la división cultural (la torre de Babel). Otro mito relata el diluvio, donde humanos y animales se salvan juntos en un arca. Inicialmente, no había fronteras ni divisiones, pero el ser humano perdió el rumbo, comenzando a oprimir y a crear divisiones, racismo y xenofobia, destruyendo la creación.
- La familia de Abraham: un modelo de diversidad y desafíos:
Esta familia que se vuelve referente bíblico, por ser parte de los patriarcas y matriarcas de la fe de Israel. Esta pareja de Abraham y Sara, tenía incluida la “concubina” en la misma familia, “amante” del varón o del patriarca, que quedará embarazada, una práctica común en el Oriente Medio cuando la esposa no tiene hijos; que, en sí, resalta las relaciones complicadas en la familia y la pareja.
Agar es liberada de esclava y va al desierto confiando en el Dios que la ve, y la acompaña, así llegan sus hijos a ser un pueblo (Gn 16:1-16 y 21:9-19). Los pueblos, familias, hogares se forman de distintas culturas, siempre hay un desplazamiento de personas para que nazca un nuevo pueblo, surja una familia, una nueva generación. Este relato ilustra cómo los pueblos, familias y hogares se forman a partir de diversas culturas y situaciones complejas, generando nuevas generaciones y grupos sociales.
Sección 2: El Éxodo: Un Pueblo en Camino
- La experiencia de la migración como un elemento unificador.
La biblia nos dejó en la memoria el principal acontecimiento que marcó el sentido de ser pueblo de un Dios que busca liberar, porque quiere a un pueblo libre para ser su pueblo y él ser su Dios. La experiencia de liberación que vivieron las diferentes tribus en Egipto, es el punto de unidad de esos grupos tribales con diferentes culturas, cosmovisión y creencias religiosas.
La legislación israelita, basada en la creencia en un Dios liberador, busca justicia y paz, evitando la explotación y la violencia. Protege especialmente a los huérfanos, las viudas y los migrantes, recordando al pueblo que ellos también fueron forasteros en Egipto (Ex 23:9; Lev 19:33-34).
Este acontecimiento de liberación, que hace que todas estas tribus sean un solo pueblo, de muchas culturas y cosmovisiones se construye un nuevo pueblo que será el Pueblo de Dios, que nos muestra la biblia, un pueblo con su Dios, un Dios que camina con su pueblo.
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- Los valores de justicia y solidaridad en la legislación de Israel.
Desde este punto nuclear de fe, de creer en el Dios liberador, es que construye toda la legislación, organización y estructura política el llamado Pueblo de Israel, esto lo encontramos en el libro del éxodo, seguido de la alianza entre Dios y su Pueblo, una serie de normativas y legislación que buscan el buen vivir, la calidad de vida para el pueblo (Ex 20-23).
Esta legislación principalmente se busca vivir en justicia y paz, sin crear desigualdad, ni corrupción, explotación y violencia sobre el más débil socialmente, en ese sentido el pueblo tenía como parte de la alianza el mandato de Dios que protege, sobre todo: al Huérfano, la viuda y el migrante. Por eso con firmeza dirá el mandato de Dios, “no oprimirás al emigrante: ustedes conocen la suerte del emigrante, porque fueron emigrantes en Egipto.” (Ex 23,9).
Está claro en la legislación sagrada, “cuando un migrante se establezca entre ustedes en su país, no lo opriman. Será para ustedes como uno de sus compatriotas; lo amaras como a ti mismo, pues ustedes también fueron forasteros en Egipto: ¡yo soy Yavé, tu Dios!” (Lev 19,33-34).
El pueblo de Israel, bien sabe sus raíces migrantes, que fue formado de varias tribus, con sus culturas y creencias religiosas, con sus tradiciones y prácticas alimenticias. Este origen de ser un solo pueblo lo fortalece la alianza con el Dios que los libera para ser un pueblo unido y libre, por eso, no puede darse la explotación ni opresión en el pueblo de Dios. Allí que quedará bien definido, que los tres grupos de personas más vulnerables en sus derechos e integridad de vida son los, huérfanos, las viudas y los migrantes, estos tienes que ser acogidos, cuidados, protegidos y salvados por mandato del Dios que libera: Dt 10,17-19; 23,9.16; Dt 24,17; 26,5; 27,19.
En la misma línea espiritual se mantuvieron los profetas de Israel, denunciando cuando el mismo pueblo quiere explotar y violentar a los más vulnerables de la sociedad, que Dios mismo vendrá a hacer justicia, “para los que abusan del asalariado, de la viuda y del huérfano, para los que no respetan los derechos del migrante.” (Mal 3,5).
- Sección 3: Jesús: El Migrante por Excelencia
La encarnación como un acto de identificación con los más vulnerables.
Este Dios que camina con su pueblo en la historia, que su alianza se basa en la liberación de ese pueblo, para que viva con dignidad, en justicia y paz, ese mismo Dios que ha estado presente en la historia salvando, quiso expresar su gran amor por la humanidad, y decidió amar al pueblo amándolo en el Hijo (Jn 3,16).
El Dios que se encarna en la humanidad, se hace humano en su totalidad en el Hijo, se hace hombre en Jesús, es el mismo Dios que ha estado desde el inicio de la creación amando la humanidad (Col 1,13-17).
Un Dios misericordioso (Lc 15); un Dios que le importa el caído por el camino, al herido y vulnerable, haciéndose cargo de él (Lc 10,25); también, nos muestran que Jesús no pactó con la riqueza, con los grupos de poder que oprimían y destruían al pueblo (Mt 19,23; Lc 16,19; Mt 20,25).
Para conocer más sobre la parábola del buen samaritano, puedes consultar este enlace:
- La parábola del buen samaritano y su relevancia para la acogida de los migrantes.
Lo más importante en la vivencia de nuestra fe, o lo más loco, es que el Hijo de Dios se Encarnó: se identificó con la realidad humana, social, económica y política del humano. En esta opción de Dios en la historia, toma el lugar social del común del pueblo, y desde un inicio le toca ser un forzado a migrar.
El culmen de esta Encarnación, es que Jesús mismo, que entre nosotros siendo migrante. Esto significa en nuestra fe, que cada migrante es vicario de Cristo: “porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui emigrante y ustedes me recibieron en su casa.” (Mt 25,36).
Por otro lado, para quienes en el camino de la sanación queremos desprendernos de la xenofobia, racismo y clasismo con los migrantes, Jesús mismo nos condena, porque despreciamos y violentamos a la persona migrante que es vulnerable: “era emigrante y no me recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron.” (Mt 25,43). En esta lógica se vive el sentido de las palabras del papa Francisco con relación al migrante: acoger, proteger, integrar y promover.