En esta experiencia que Dios me permite compartir, encontré a Jesús Cristo, en la mirada de los más necesitados, de los más vulnerables. Comienza en un salón de clase en la materia de, espiritualidad misionera en clave franciscana, mientras proyectaban un video de la 72, el primer acercamiento a una realidad no existente para mí que ahora se ha convertido en algo significativo y parte de mi vida.
Ciertamente, era sólo un video… sin embargo, con un tiempo, un espacio concreto y personas reales que logró afectar mi vida y pensaba… un día llegaré a ese lugar, esto fue en el mes de julio de 2018, a finales de noviembre del mismo año visitamos la 72 para conocer el proyecto, todo fue favorable, la acogida fue fraterna y cercana, el Señor me dio HERMANOS dice San Francisco de Asís y lo pudimos experimentar en ese momento, sin conocernos, nos aceptaron en su casa, compartimos el pan y convivimos como hijas e hijos de un mismo Padre, manteniendo desde este momento comunicación cercana para prestar nuestros servicios como Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción HFIC, de la Provincia de Nuestra Señora de Guadalupe.
El 2 de enero de 2019, asisten las primeras hermanas para prestar sus servicios como voluntarias con enfoque formativo, he aquí parte de la experiencia de una de ellas:
“Estar en la casa del migrante la 72 fue una experiencia muy agradable, al principio me resistía porque tenía la idea que eran personas que llegaban a México a invadir algo que no les pertenecía o que salían de su país por gusto….
Al estar allí y disponerme, pude comprobar ésta idea que al principio me generó resistencia, comprendí que son grandes personas luchadoras que ponen su fe y esperanza en Dios de encontrar un mañana mejor para ellos y su familia.
Algo que nunca olvidaré, Yo, también estaba haciendo algo por los sueños de las personas. Al curar los pies heridos y aliviando el cansancio, pude sentir y ver en ellos el amor inmenso y la entrega que generosamente hizo Jesús por amor…”
El Señor nos mostró el camino que debíamos seguir… en el mes de abril de 2019, participamos en el viacrucis migrante con voluntarios laicos, cada día fue diferente, especial y único, todo en la 72 nos invitaba a reflexionar e interpelaba, – el tiempo de semana santa y la 72 conspiraron para cuestionarnos -, a valorar lo sencillo de la vida, las personas migrantes se convirtieron en nuestros maestros, aprendimos a vivir cada momento disfrutando, compartiendo y caminando juntos, como hermanos y compañeros de viaje; en mi corazón y mente resonaba esta frase: «No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas». Jos. 1, 9. ¡Si has decidido no rendirte, Dios te dará las fuerzas para no caer y te acompañará para que no te detengas! Es impresionante, conmovedor e indescriptible ver los rostros cansados pero con el espíritu firme, sobre todo, con la seguridad y esperanza en Dios, con frecuencia se escuchaba de ellos…”mi Dios y yo vamos juntos”, “camino con la bendición de Dios”, “mi Dios nunca me abandona”, “Diosito me cuida” ,“mi Dios no me deja solo”. Este tiempo fue de aprendizaje, encuentro personal y confrontación de lo humano no humanizado, con maestros sencillos y sabios que sin saber nos dieron una lección de vida festiva, sostenida en Dios y dispuesta siempre, para hacer presente el Reino de Dios en un pedacito de tierra en donde migrar es también buscar nuevas oportunidades para mejorar las condiciones de vida.
En septiembre del mismo año 2019, participamos algunas Hermanas en el primer encuentro y capacitación de Derechos Humanos, desde este momento, nos hemos integrado de manera cercana al proyecto de la 72, lugar que recordamos con mucho aprecio por todas las experiencias que han dejado huella en nuestras vidas y como fruto de este encuentro también nos integramos a la Red Franciscana para Migrantes.
Cada día es una nueva oportunidad de continuar con la misión que nos fue confiada, acompañadas por los hermanos que Dios pone en nuestro camino, una acción con Espíritu que da sentido a nuestra existencia, más humana, feliz y cercana a los que abandonan y renuncian a todo, no por voluntad propia sino forzados por personas o situaciones imposibles de vivir y que se atreven a correr el riesgo con la esperanza de encontrar algo mejor o por lo menos vivir con paz.
Nuestro desafío es acompañarlos y dar una atención humana-espiritual, apoyándolos y valorando sus expresiones culturales (cfr. DA 413), con actitud de acogida y misericordia a las personas que pasan difíciles realidades, es estar presente y ser presencia evangelizadora, “salir de nuestra propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).
Nuestro punto de partida está en Dios y en el ser humano, donde lo único que tiene sentido es el Amor (Jn 13,34), este amor que nos permite ir más allá de nuestros miedos, de las inseguridades humanas y que nos abre gratuitamente al otro, al necesitado, al que no tiene voz. Un amor que hemos recibido gratis, por tanto, debemos darlo gratis. Jesús realiza su misión como migrante en tierra extraña, incomprendido por los suyos, siempre está en movimiento con la oportunidad de encontrarse con el desvalido, con la viuda, con el leproso, etc. De igual manera, hoy somos invitadas a “salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas… detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino”. (EG 46)
Desde nuestra propia vocación estamos llamadas a colaborar en la construcción de un mundo más fraterno y más humano, ¿seremos capaces de un gesto profético como este? ¿Qué nos lo impide? ¿Cuál es el origen de nuestra apatía e indiferencia frente a las personas migrantes? “Pequeñas pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, estamos llamadas a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos” (cfr. EG 216), compartiendo lo que somos, con los pobres y excluidos: una fraternidad de hermanos y hermanas.
Muchas Felicidades madre FLOR por su dedicación y empatía con los más vulnerables. Que Dios la bendiga siempre.
Para mi fue una linda experiencia a ver conocido personas de buen corazón y con ganas de ayudar a nosotros los inmigrantes gracias desde la ciudad de México México ashely