El 23 de enero del 2022, se constataba la masacre de 19 cuerpos quemados, encontrados en un camino rural en el límite entre Tamaulipas y Nuevo León, al noreste de México.
Los cuerpos eran de personas guatemaltecas. Estos territorios se han vuelto un lugar donde peligra la integridad de las personas migrantes en tránsito.
Esta tierra latinoamericana está empapada por el derramamiento de sangre de las mayorías empobrecidas, de comunidades campesinas y de los pueblos indígenas. La causa principal de la sangre derramada es el modelo injusto y desigual que se ha establecido por más de 500 años. Este sistema político y económico, sostenido por la estructura oligárquica y militar, ha ejercido el poder a través de la represión y la sumisión económica.
La estructura militar, unida a la corrupción política de estos países, es uno de los factores que ha favorecido el desarrollo de las estructuras del “crimen organizado”, favorecido por la gran cantidad de armas que circulan en la región desde los conflictos civiles de los 80. Estos grupos del crimen organizado se han fortalecido debido a los pactos con el gobierno, empresarios y líderes políticos. Tener armas a la disposición provoca la violencia generalizada en los poblados, sea por violencia callejera, delincuencial o política. Esto hace que muchas personas emigren.
Las personas guatemaltecas asesinadas dejaron atrás sus hogares. Eran hombres y mujeres que llevaban vida laboral civil de trabajo en el hogar, como empleado de empresas, en negocio propio o en el trabajo informal. Estas personas buscaban alcanzar un sueño relacionado con una vida digna y de calidad que les hiciera sentirse ciudadanos de esta casa común. Además, estos guatemaltecos calcinados tenían mucha esperanza en sus corazones, como lo tenían sus familiares que quedaron en el hogar.
Esta masacre suma a los centenares de muertes que se han perpetrado en el camino migratorio por México hacia los EEUU. ¿Qué nos dice a los cristianos este drama humano de la migración? ¿Cuál es nuestra posición civil y cristiana ante estas injusticias y crímenes humanos que están pasando en los territorios de América Latina?
El pueblo de Israel tenía muy claro que el Dios liberador les pedía cuidar, proteger y alimentar a los migrantes-extranjeros que llegaban por sus tierras, haciendo que pasaran de ser un extraño a un hermano o ciudadano de la propia nación. El pueblo de Dios decidió exponerlo en la legislación religiosa ya que lo consideraba un mandato de Dios, es decir, cuidar y proteger al migrante era un aspecto de la fe de Israel, un elemento fundamental de la espiritualidad de los que creían en el Dios liberador.
Para el Pueblo de Israel “el migrante” era su hermano y hermana (Ex 20,22, 23. 9,33; Dt 24,21; Lv 19,33-34; Núm. 35,9.10.15). La raíz de la fe cristiana está en el amar, y en todo lo que deriva de ese amar, por eso profesaba el pueblo de la biblia, dice Yahvé, «Ama, pues, al forastero, porque forastero fuiste tú mismo en el país de Egipto.» (Dt 10,19).
Los que creemos en el Dios creador y liberador, estamos llamados a vivir con este mismo espíritu que integra, cuida y acoge, defendiendo los derechos del migrante, combatiendo la xenofobia y el racismo que se promueve por medio de discursos de odio hacia el otro diferente, siendo uno de sus canales el lenguaje político y religioso.
Un ejemplo de esto es la práctica del expresidente estadounidense Donald Trump (1), que mostró firmemente que podía ser católico y xenofóbico, desarrollando políticas que violaban los Derechos Humanos de los migrantes. La construcción del “muro” fronterizo en el norte de México era una expresión simbólica e ideológica que separaba racialmente a los estadounidenses de los “otros”. Esta postura y discurso que une los principios religiosos católicos con la xenofobia ha provocado la muerte de muchos migrantes inocentes.
Dicha postura católica excluyente actúa de manera racista y, como se ha señalado, provoca la muerte de los migrantes ya que impulsa los discursos de odio y las prácticas de políticas anti-inmigrantes. Este modo de proceder no es aceptable para los que nos confesamos cristianos (2), para los que creemos en el Dios misericordioso y liberador, en el Dios de los profetas que claman por justicia, y en el Dios encarnado en Jesús que se hizo uno con los pobres y pequeños de la sociedad, que vivió la suerte del migrante que huye y que pasa hasta hoy por nuestras tierras. En cada extranjero está Cristo (Mt 2; 25,35.43).
René Arturo Flores, OFM
RFM – El Salvador
Crédito: Fotos redes
2. https://www.vidanuevadigital.com/2019/08/27/la-iglesia-estadounidense-rechaza-que-trump-quiera-retener-indefinidamente-a-los-ninos-inmigrantes-es-ilegal-e-inhum
Tristemente los gobiernos hacer creer que les interesa el pueblo mientras se llenan los bolsillos y muchas veces el católico se encierra en ritos y formalidades, y pierde de vista su entorno. Todos los ámbitos de la humanidad, debemos despertar.