«La paloma regresó al atardecer, trayendo en su pico una rama verde de olivo. Entonces Noé se dio cuenta que las aguas se habían retirado de la superficie de la tierra»
Gn 7-8,11
El agua es el bien natural de mayor extensión en la Tierra, recubriendo un aproximado del 71 % de la superficie de su corteza, de este total, únicamente el 2,5 % es dulce, el resto es agua salada. Las aguas superficiales (lagos, embalses, ríos y humedales) suponen tan solo el 0,3 % del agua dulce del planeta. Entre el 68 % y el 75 % del agua existente en el mundo se acumula en los glaciares. El agua subterránea dulce almacenada representa el 96 % del agua dulce no congelada. En Latinoamérica, de acuerdo con el Tribunal Latinoamericano del Agua (TLA, 2004), el 33% de los recursos hídricos renovables del mundo se encontraban en esta región, lo que hace que América sea el continente con la disponibilidad más alta a nivel global.
Economía de mercado, extractivismo y muerte
En la actualidad es la propuesta del modelo de desarrollo y comercial, basado en el mercado, que hace del agua una mercancía. Las empresas extractivas, en todas sus modalidades, son las principales causantes de la destrucción del planeta, en vital líquido y la biodiversidad, al mismo tiempo, generan conflicto en las poblaciones, criminalización y asesinatos de los defensores y defensoras de los territorios[1]. Las hidroeléctricas con los embalses producen desplazamiento de la población y despojo de su patrimonio.
Crisis hídrica, migración climática
Las causas que afectan la calidad de vida de la población en nuestros pueblos hacen que las familias busquen un lugar digno donde vivir, donde habitar y convivir con tranquilidad; por esa razón las familias se ven forzadas a migrar, por causas sociales y ambientales. La migración en nuestros pueblos va en aumento de manera simétrica con el aumento de las causas que generan injusticia, como es: la impunidad, la carestía de la canasta básica, el desempleo, la violencia del crimen organizado e institucional; lo mismo en lo referente a la injusticia ambiental, provocada por las empresas extractivas, los monocultivos y la falta de tratamiento de los químicos tóxicos que terminan contaminación y haciendo escaso el agua en los territorios, forzando a las familias a migrar del país o a ser desplazados internos.[2]
El 2007 la “Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático”, definió el término “migrante ambiental”, constatando entre las causas de la migración forzada el cambio climático y el estrés hídrico.[3]
El Grupo de Trabajo 1 del Grupo Intergubernamental de Expertos y Expertas sobre el Cambio Climático (IPCC), con el informe de agosto del 2021, llega al sexto informe presentado, donde se continúa afirmando que el calentamiento global (1,1°C) es debido al efecto invernadero (GEI), que procede de las actividades humanas.[4]
Esta crisis climática se sumó a la situación de la crisis de salud pública en el mundo, generada por la pandemia del Covib-19, la cual develó las diferentes situaciones de injusticia social y ambiental que ya estaban en los países. Toda esta situación de crisis mundial, repercute en la violación de los DDHH de las mayorías vulnerables. Por eso el Grupo de IPCC, dice al respecto de esta realidad, que “las dinámicas de la crisis climática, la pobreza, la inseguridad alimentaria, los conflictos y las migraciones forzadas están cada vez más interconectadas y se refuerzan mutuamente, lo que lleva a cada vez más personas a huir en búsqueda de seguridad y protección.”[5]
Como ya lo resaltamos un poco en este escrito, la situación de las grandes mayorías empobrecidas tiene causales en un sistema injusto establecido como es la economía del mercado y el extractivismo, teniendo como su planteamiento ideológico el neoliberalismo (de izquierda o de derecha). La injusticia social y la crisis hídrica son una misma realidad de justicia ambiental, ya que, “las migraciones climáticas se encuadran en los movimientos forzados de población.”[6]
El deterioro de la casa común va en aumento, y “estos impactos van socavando la seguridad alimentaria o el acceso al agua e influyen indirectamente en que muchas personas tengan que abandonar sus hogares en búsqueda de mejores condiciones de vida.”[7] El informe del Centro para el Monitoreo de los Desplazamientos Internos (IDMC), nos preocupa cuando publican que, “en 2020 se batió un nuevo récord de desplazamiento interno, pues se llegó a 40,5 millones de nuevos desplazamientos en 149 países y territorios.”[8] Esto lo vivimos dramáticamente en la región de América Central con el paso de los huracanes “Eta y Iota” (2020), que aún mantienen un gran costo humano.
“El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos” (LS 48)
La encíclica Laudato Si’, denuncia la crisis hídrica diciendo que, “mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado…” (LS 30). Para el Papa, la crisis hídrica está unida a las problemáticas sociales como es el drama de la migración forzada. Lo que le pasa a la tierra, y al agua, le pasa a la humanidad: habitamos la misma casa, necesitamos la misma agua (LS 49-50).
“La hermana agua”
Desde nuestra perspectiva y espiritualidad, esta realidad de la crisis del agua que repercute en el aumento de la migración forzada, nos desafía como creyentes del Dios que da Vida; por tanto, se trata de recrear un modo de relacionarnos con el agua y con toda la creación que sea hermanable y no conquistador, mucho menos depredador. En este sentido, nos ilumina la propuesta relacional de san Francisco de Asís, el cual trató al agua como una “hermana”, como una criatura igualmente creada por el mismo Dios, del que somos imagen y semejanza los humanos. Hoy la hermana agua nos convoca a ser una sola familia, unidos por nuestra creaturidad frágil y bella, buena y caduca, siendo una sola hermandad cósmica, volviendo al origen de la Creación, a la primigenia intención, como lo expresó la Palabra hecha Vida. Cuidar y defender “la hermana agua”, es cuidar y proteger al migrante que va dejando su huella en esta casa común donde todos habitamos como creaturas.
Fr. René Flores, OFM
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Foto portada: Fray Foto
[1] http://www.scielo.org.mx/pdf/espiral/v23n66/1665-0565-espiral-23-66-00155.pdf. https://www.globalwitness.org
[2] https://www.cepal.org/es/publicaciones/44649-desarrollo-migracion-desafios-oportunidades-paises-norte-centroamerica
[3] https://www.iom.int/es/migracion-y-cambio-climatico
[4] HUIR DEL CLIMA. Greenpeace España / CEAR. 2
[5] Ibid.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibid.