El contexto de la migración antes de las caravanas del éxodo Centroamericano

En un mundo globalizado, la movilidad humana representa una de las expresiones más visibles, producto de un modelo neoliberal donde los conglomerados más pobres parecieran no tener cabida.

La revisión de diversos estudios sobre migración internacional en los países del norte de Centroamérica (PNCA), dan cuenta que los procesos migratorios han sido producto de las dinámicas sociopolíticas y económicas que se remontan a problemas estructurales de cada país, que en los años 60s dieron inicio a los conflictos armados, principalmente en El Salvador y Guatemala; pero que tuvieron efectos en su país vecino Honduras, al convertirse en el centro de operaciones para los contras,1 y que influyó también en una migración internacional basada en las relaciones de buen vecino que se establecieron en los 80’s, pero que tuvo cambios producto del golpe de Estado en el 2009 y los intereses geopolíticos de su aliado Estados Unidos.

En 2018 se estimó que más de 300,000 personas al año −en su mayoría jóvenes− emprenden el viaje hacia Estados Unidos desde los países del Norte de Centroamérica.2 Esto representa 821 personas al día y 34 cada hora.

A nivel mundial a la movilidad humana se le considera como uno de los grandes desafíos contemporáneos, como lo ha planteado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), al preguntarse: ¿Cómo gestionar la migración? Las discusiones públicas van desde el contexto de las migraciones, la preeminencia de la seguridad nacional, los controles y el “cierre de fronteras”, hasta aquellos que privilegian la seguridad humana y el libre tránsito de personas que, basados en el derecho a migrar, toman voluntariamente decisiones.

Tradicionales rutas migratorias

En la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030, se ha considerado que la migración es pertinente para la consecución de todos sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como un instrumento de gran potencial para reducir desigualdades, sea esta interna o entre países.3 La aplicación de políticas migratorias planificadas y consensuadas, podría contribuir a una gestión adecuada de la migración. El Pacto Mundial para las Migraciones, suscrito por 160 países incluidos Guatemala, El Salvador y Honduras, y facilitado por México y Suiza, inicialmente señaló que las personas migrantes contribuyen al desarrollo sostenible.

A medida que avanzaron las discusiones y los países de acogida -destino- se sintieron presionados, se terminó por adoptar una modalidad de gestión que se basa en la migración segura, ordenada y regular.

Este Pacto, entre otras cosas, busca establecer un balance entre acceso y control de los mercados de trabajo, y entre los costos y los beneficios de la migración, reconociendo solamente a las personas migrantes regulares como sujetos de derecho. A pesar de que se ha considerado como una oportunidad para mejorar la gobernabilidad de la migración y afrontar los desafíos asociados con la migración actual 4, la magnitud de la migración ha alcanzado niveles que generalmente son más sintomáticos para zonas de conflicto o guerra, como efecto de las desigualdades estructurales y de las condiciones particulares de violencia creciente en en las Américas.

Cada año en las estadísticas de los PNCA se encuentran datos sobre miles de deportados que ingresan a sus países vía aérea o terrestre, y que se enfrentan a las mismas condiciones adversas que los obligaron a marcharse, esta situación muchas veces no les deja otra opción más, que volver a migrar. Las instancias del gobierno apenas han logrado organizar el transporte de los recién llegados hacia una terminal de buses que los acerque a sus lugares de origen, donde seguramente se encuentran con otros migrantes que en este momento parten en dirección contraria, con muchas esperanzas. Muchos centroamericanos sobre todo de El Salvador y Honduras pasan en caravanas5 o de la forma clásica, pagando a un coyote o pollero que pueda llevarlos hacia Estados Unidos, con un costo que se ha estimado entre ocho y diez mil dólares antes de la pandemia del COVID-19. Una inversión que les compromete, a algunos, de por vida.