El Darién es un territorio de selva tropical pantanosa, con una extensión de más de 575 mil hectáreas. Por no tener carreteras que conecten América Central con América del Sur se le ha llamado el “Tapón del Darién”.

Desde el año 2012 se ha vuelto un camino peatonal de centenares de migrantes. Dicho de otra manera, desde esa fecha el Darién es un punto de crisis migratoria en Panamá y en toda la región. Cada uno de estos migrantes, en muchos de los casos familias completas, buscan una mejor calidad de vida. 

El gobierno panameño respondió a esta crisis con albergues para los migrantes que salen de la selva a la Estación de Recepción Migratoria (ERM) en las poblaciones de San Vicente, Lajas Blancas, Bajo Chiquito y Canaán Membrillo. Todos estos refugios tienen capacidad de albergar entre 400 y 600 personas. En la actualidad esta cifra está superada, y seguirá debido a que, para el 11 de octubre de 2022, se reportaba que en Necoclí, Colombia, estaban unas 10 mil personas por salir en lancha rumbo a la selva. Esto se ha vuelto un caos en el territorio colombiano y urgen tanto acciones humanitarias como estrategias que salvaguarden los derechos humanos. Los testimonios dados por los migrantes que han llegado a las Estaciones de Recepción Migratoria (ERM) en el Darién, hablan de la insalubridad de los “sanitarios” o servicios de aseo, de que la comida es insuficiente y que no hay lugar para todos. En palabras de ellos: “ese lugar de asco”, “no se aguanta”. 

Esta situación de crisis en los ERM, provocó que varios migrantes buscarán lugares donde alojarse, huyendo de los refugios dadas sus condiciones. Sucedió que el 17 de julio del presente año, llegaron unos migrantes desde la selva a la capilla del Zapallal, llevada por los religiosos Claretianos cuya comunidad cristiana es liderada por el P. Eric, quienes decidieron acogerlos, cuidarlos y alimentarlos esa noche.

Aquel equipo de unas 8 personas no sabía que desde esa noche hasta el mes de octubre pasarían atendiendo centenares de migrantes que buscaban un refugio en la Iglesia católica. Muchos de ellos se salían de los ERM para irse a la capilla, donde se sentían atendidos con más dignidad y acogidos de manera más fraterna. Han pasado tres meses desde que empezaron a servir a los migrantes en el Zapallal.

El equipo hace labores de cocina y de limpieza. Cuentan con otros voluntarios, entre ellos pastores de congregaciones cristianas. En este mes de octubre como equipo de la RFM-Panamá se constató que además de la crisis generada por el aumento del número de migrantes procedentes de Colombia que pasan por la selva, está la incapacidad de los ERM de atender con dignidad y sin violación de los derechos humanos a los migrantes que llegan destrozados en sus cuerpos y corazones. Todo esto lo escuchamos de primera mano de los migrantes cuando hicimos una visita a la capilla del Zapallal, con el objetivo de llevarles 192 kits.

Esta crisis migratoria en el Darién se está complicando por el manejo que está haciendo el gobierno por medio de SENAFRONT, la unidad militar fronteriza que está encargada de los ERM. Los migrantes hablan de mal trato por parte de las autoridades. Algunas mujeres sostienen que les han pedido favores sexuales. Unido a estas situaciones se suman las decisiones tomadas con respecto a la acogida de los migrantes que siguen llegando. El encargado de Médicos Sin Frontera (MSF), que prestan sus servicios profesionales en este territorio, es que hasta el momento solo les permiten acompañar médicamente en un ERM y no les dan autorización de atender los otros tres. 

Lo mismo sucedió cuando P. Eric solicitó a MSF que asistieran el refugio creado en la capilla del Zapallal. Las autoridades del gobierno no se los permitió. MSF cree que tal decisión se debe a que publicaron este año informes donde presentaban la situación de violencia y agresiones que viven los migrantes en el territorio de la selva del Darién panameño, incluyendo violaciones a las mujeres. En realidad, es MSF quien de manera responsable está aportando información veraz y pertinente en estos momentos de crisis migratoria en el territorio panameño, sin olvidar el servicio profesional que prestan de manera eficiente.

Es importante tener en cuenta, como elemento coyuntural, que el 10 de octubre pasado salió la noticia de la destitución de la canciller panameña Erika Mouynes, la cual había afirmado en la OEA que la crisis migratoria debía ser abordada por todos los países de la región. Mouynes fue sustituida por Janaina Tewaney, conocida como miembro del partido en turno, el PRD. De hecho, la  prohibición de que la capilla de la Iglesia católica ubicada en el Zapallal funcione como refugio de migrantes sucedió el 11 de octubre, justo cuando ya estaba a cargo la nueva canciller. En estos momentos las relaciones entre la Iglesia católica y la policía de frontera SENAFRONT es complicada, debido a la prohibición a la comunidad cristiana junto con el P. Eric de acoger y atender a los migrantes que llegan a los santuarios católicos. 

Pasar la selva del Darién es una odisea que deja huellas en los migrantes debido a los muchos factores como la condición climática, el terreno pantanoso, los animales salvajes que acechan, la cantidad de kilómetros por recorrer y los grupos delincuenciales que violentan la vida de los migrantes. A todo esto se suman las condiciones de los ERM antes expuestas.

A los franciscanos y franciscanas que servimos en la RFM, en cuanto miembros de la Iglesia católica, nos preocupa esta situación, y al mismo tiempo nos parece un trato violatorio de la dignidad de las personas migrantes. Creemos que urge desarrollar estrategias basadas en la organización local, donde trabajen en conjunto los agentes del gobierno y la sociedad civil. Hay que tratar esta crisis humanitaria con sensibilidad, profesionalismo y cooperación colectiva, donde se involucren todos los actores posibles que están en el territorio del Darién, incluyendo a la Iglesia católica.

René Arturo Flores, OFM

RFM-Panamá