¿Qué nos falta para acoger al Migrante como Hermano?

Hna. Flor Ramos Villada, HFIC

La migración es una realidad social de la historia de la humanidad e inherente a la misma y está relacionada con el derecho al desarrollo y a la mejora de las condiciones de vida, influenciada por múltiples factores, como los siguientes:

  • Insuficientes y malas condiciones de empleo en los países de origen, el salario que perciben si es que encuentran trabajo, no les alcanza para cubrir las necesidades básicas de alimento, vestido, vivienda, salud, estudios y en general, para tener una vida digna.
  • Conflictos armados en los países de origen, ocasionados muchas veces por la ambición del poder político.
  • Expectativas de mejores logros en los países de destino.
  • Nexos familiares en los países de destino.
  • Asimetría en la distribución de la riqueza en los países de origen. La riqueza está concentrada en pocas familias que se enriquecen a costa de la explotación de la mano de obra, pagando sueldos miserables e indignos, así como la degradación de los recursos de la naturaleza.
  • Desestructuración familiar en los países de origen.
  • Descapitalización del capital humano en los países de origen.
  • Endurecimiento de políticas migratorias de los países de destino.
  • Incremento de prejuicios y xenofobia en los países de origen y destino.

Aun así, la migración conlleva una oportunidad de amplio beneficio para todas y todos los que están involucrados en los procesos migratorios, en su origen, tránsito y destino, como:

  • La dinamización de las economías en los países de destino. 
  • Importancia significativa de las remeses en los países de origen.
  • Crecimiento del mercado inmobiliario en los países de origen.

La mayoría de las leyes migratorias tienden a ver a la persona que migra como “enemigo” o potencial terrorista, incluso muchos de los que nos decimos ser cristianos, también lo vemos como un problema y ponemos oídos sordos a su voz de ayuda, o bien, mostramos indiferencia ante sus necesidades.

El papa Francisco dice que cada cristiano está llamado a reconocer en el rostro de los migrantes, el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, “que nos interpela”. Si lo reconocemos, dice el Papa, seremos nosotros quienes agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido.

“Los desplazados internos nos ofrecen esta oportunidad de encuentro con el Señor, incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, con el rostro deformado, con el cuerpo llagado, incapaz de hablar nuestra lengua” (Papa francisco, Homilía, 15 febrero 2019).

¿Por qué vemos a los migrantes como un problema, como enemigos, como usurpadores de empleos, como fuente de contagios, como personas desagradables? ¿Qué nos hace falta como personas para sentir amor por ellas y ver en cada migrante el rostro de Jesucristo? ¿Qué nos falta para hacer que el amor se manifieste más allá de las fronteras? Recordemos las palabras de San Francisco de Asís, “cuando yo andaba en pecado, yo no podía ver un leproso, pero el Señor me llevó donde ellos, usé misericordia con ellos, y sentí una felicidad inmensa, el Señor me llevó entre ellos”. 

Para Francisco el hecho de haber llegado al encuentro con Cristo a través del pobre, iluminó su concepción total de la encarnación y del seguimiento de «Cristo pobre y crucificado».

El camino que siguió san Francisco de Asís fue una vía auténtica de conversión: “el arrancarse del pecado y ser introducido en el misterio del amor del Creador, de quien se siente llamado a iniciar una comunicación con Él en Cristo. El nuevo convertido, en efecto, por la acción de la gracia divina, emprende un camino espiritual por el que, participando ya por la fe del misterio de la muerte y de la resurrección, pasa del hombre viejo al nuevo hombre perfecto en Cristo” (Vaticano II: Ad gentes 13).

Por lo tanto, necesitamos una verdadera conversión, conocer realmente a Jesucristo, encontrarlo en el silencio y escuchar las mociones del Espíritu Santo, sólo así dejaremos de ser indiferentes ante el sufrimiento de nuestros hermanos, abandonaremos nuestra pasividad ante la migración y seremos la voz para exigir mayor compromiso y sensibilidad, un trato digno de hermanos y leyes más justas que los protejan, les permitan alcanzar sus sueños; así como proponer espacios para integrar conocimientos y abordajes conjuntos de atención a las personas migrantes, en particular a aquellas más vulnerables, concientizar y hacer partícipes a las comunidades de origen, tránsito y destino. 

A través del arte, la creación colectiva, el debate y espacios públicos de expresión es posible generar una amplia reflexión sobre temas migratorios, contribuyendo a colocar en las agendas locales y nacionales la necesidad de reducir los riesgos asociados a la migración irregular, así como de proveer información clara y segura sobre los derechos de los migrantes y los servicios de asistencia disponibles. ¡La migración es un derecho! La situación demanda, sin lugar a dudas, estrategias de atención y abordaje que aseguren ante todo la dignidad y el respeto a los derechos humanos de quienes se desplazan de un sitio a otro, promoviendo opciones para la migración segura, regular y ordenada. El problema de la migración es un problema de justicia y de educación, ser distinto no es ser inferior, recordemos que, todas las grandes culturas nacieron a partir de formas de mestizaje.